“CUANDO UN HOMBRE O MUJER PLANTA ARBOLES A CUYA SOMBRA SABE QUE NUNCA HABRA DE SENTARSE, HA COMENZADO A ENTENDER EL SENTIDO DE LA VIDA”.
viernes, 1 de mayo de 2015
EL CÁNCER SE ALIMENTA DE AZÚCAR
En 1931 el premio Nobel en medicina German Otto Warburg, descubrió por primera vez que las células cancerígenas tienen un metabolismo energético diferente comparado al de las células sanas. El quid de las tesis de este premio Nobel era que los tumores malignos, al contrario que los tejidos normales, presentan frecuentemente un incremento en la glicólisis anaeróbica -un proceso en el que las células cancerígenas usan la glucosa como carburante y obtienen como producto de desecho ácido láctico. Posteriormente, esta gran cantidad de ácido láctico generado por la fermentación de la glucosa de las células cancerígenas es transportada al hígado. Esta conversión de glucosa en lactato genera un pH más ácido en los tejidos cancerígenos, generando fatiga generalizada derivada de la elaboración del ácido láctico. Así, los tumores grandes tienden a exhibir un pH más ácido. Este ineficiente proceso de metabolismo energético produce únicamente 2 moles de Adenosín Trifosfato (ATP) de energía por un mol de glucosa. Extrayendo solamente alrededor del 5% (2 con respecto a 38 moles de ATP) de la energía disponible en los alimentos y en los almacenes de energía del cuerpo, el cáncer está desperdiciando energía, y el paciente se encuentra cansado y mal nutrido. Esta es la razón por la cual el 40% de los pacientes de cáncer mueren de malnutrición o caquexia.
En este punto del proceso cancerígeno, una orientación profesional acompañada de la auto disciplina del paciente son cruciales. El objetivo es mantener los niveles de glucosa en unos márgenes estrechos, para conseguir matar de inanición al cáncer y fortalecer el sistema inmunológico.
El índice glicémico mide cómo un determinado alimento afecta los niveles de glucosa en sangre, asignando a cada alimento un número dentro de una clasificación. Cuanto menor sea la puntuación obtenida más lento será el proceso de digestión y asimilación, lo que implica una absorción más gradual de los azúcares en la sangre. De forma paralela, una puntuación elevada significa que los niveles de glucosa se incrementan de forma rápida, lo que estimula al páncreas a segregar insulina para bajar los niveles de azúcar. Esta rápida fluctuación de los niveles de azúcar en sangre es contraproducente debido al estrés que genera en el cuerpo.
El azúcar en el cuerpo y la dieta:
El azúcar es un término genérico usado para identificar a los carbohidratos simples, lo que incluye monosacáridos como: fructosa (azúcar de frutas), glucosa (aparece en los frutos maduros, sangre y tejidos. Constituye el azúcar del organismo) y galactosa (aparece en lípidos complejos); y disacáridos como: maltosa (aparece en la malta o cebada germinada), lactosa (azúcar de la leche) y sacarosa (azúcar de mesa). Piense en estos azúcares como ladrillos de diferentes tamaños en una pared. Si la fructosa es el monosacárido dominante en la pared, se considera que el índice glicémico es más saludable, ya que este azúcar simple es absorbido lentamente en el intestino, para pasar después a convertirse en glucosa en el hígado. Lo que resulta en una lenta absorción de los alimentos es un descenso más gradual en los niveles de insulina. Cuando la pared de ladrillos se rompe durante la digestión, la glucosa es impulsada a través de la pared intestinal directamente al flujo sanguíneo, elevando rápidamente los niveles de glucosa. En otras palabras, hay una “ventana de eficiencia” para la glucosa en la sangre: niveles demasiado bajos le hacen sentir a uno letárgico y pueden derivar en hipoglucemia; niveles demasiado altos crean picos hiperglucémicos característicos de los diabéticos.
En 1997 los estándares para los niveles de glucosa en sangre de la Asociación de Diabéticos Americanos establecían una cantidad de 126 mg de glucosa por decilitro en la sangre o mayor en una persona diabética. Menos de 110 mg/dL era considerado normal, entre estos dos valores se consideraba que la persona padecía de intolerancia a la glucosa.
Las dietas de hoy en día con unos niveles tan altos en azúcar están teniendo efectos poco saludables en lo que concierne al azúcar en sangre. El exceso de glucosa en sangre puede contribuir a la proliferación de la cándida, deterioro de los vasos sanguíneos, enfermedades cardiacas y otros problemas. Entender y utilizar el índice glicémico es un importante aspecto a tener en cuenta al confeccionar la dieta de los pacientes con cáncer. Sin embargo, existe también evidencia que los azúcares pueden alimentar al cáncer de forma más eficiente que los almidones (polisacáridos formados por largas cadenas de azúcares simples, se encuentran en los vegetales en forma de granos, ya que son la reserva nutritiva de ellos. Aparecen en la papa, arroz, maíz y demás cereales), por lo que centrarse únicamente en el índice glicémico puede ser engañoso.
El índice glicémico es una herramienta útil para guiar al paciente hacia una dieta más saludable, pero no es infalible. Si sólo se usa el índice glicémico se puede deducir que una taza de azúcar blanca es más sana que una patata asada. Eso es así porque el índice glicémico de una comida azucarada puede ser menor que el de un alimento rico en almidón. Para asegurarse, recomendamos más verdura, menos fruta y la eliminación de los azúcares refinados en la dieta de los pacientes con cáncer.
Lo que dice la literatura:
En un estudio con humanos, a 10 personas sanas se les midió los niveles de glucosa en sangre en ayunas y el índice de fagocidad de los neutrófilos, que mide la capacidad de las células del sistema inmunológico para rodear y destruir a invasores como el cáncer. Una ingesta de 100 g de carbohidratos procedentes de la glucosa, sacarosa, miel y zumo de naranja, disminuyeron la capacidad de los neutrófilos de engullir bacterias. El almidón demostró no tener este efecto.
Un estudio de cuatro años de duración en el Instituto Público Nacional de Protección Medioambiental en los Países Bajos comparó los conductos biliares de 111 pacientes de cáncer con 480 pacientes sanos. Se encontró que el riesgo de cáncer asociado con la ingesta de azúcares, independientemente de otras formas de energía, era más del doble en los pacientes de cáncer. Además, un estudio epidemiológico en 21 países modernos que hacen un seguimiento de morbilidad y mortalidad (Europa, Norte América, Japón y otros) reveló que la ingesta de azúcar es un factor de riesgo muy importante que contribuye a un incremento en la incidencia de cáncer de pecho, particularmente en mujeres adultas.
Limitar el consumo de azúcar puede que no sea la única línea de defensa. Por ejemplo, un extracto botánico de la planta del aguacate (Persea americana) parece resultar prometedora en el tratamiento contra el cáncer.
Cuando un extracto purificado de aguacate llamado mannoheptulosa se añadió a un número de células cancerígenas que fueron testadas in vitro por investigadores del Departamento de Bioquímica de la Universidad de Oxford en Gran Bretaña, se encontró que inhibían la captación de glucosa de las células cancerígenas de un 25 a un 75%, e inhibían la enzima glucokinasa responsable de la glicólisis. También inhibía la tasa de crecimiento de los cultivos de tumores cancerígenos.
Dado que las células cancerígenas derivan la mayor parte de su energía de la glucólisis anaeróbica, Joseph Gold, director del Instituto para la Investigación contra el Cáncer de Siracusa, previamente investigador en las Fuerzas Armadas de USA, encontró que una sustancia denominada sulfato de hidracina, usada en el combustible de los cohetes, podía inhibir la excesiva gluconeogénesis (conversión de los aminoácidos en azúcar) que ocurre en los pacientes con caquexia. El trabajo de Gold demostró la capacidad del sulfato de hidracina para reducir y curar la caquexia de pacientes con cáncer en estado avanzado. Un experimento controlado por placebo de 101 pacientes de cáncer que tomaron 6 mg de sulfato de hidracina 3 veces al día o un placebo demostró que después de 1 mes, el 83% de los pacientes tratados con sulfato de hidracina incrementaron su peso comparado con un 53% de los pacientes a los que se les administró un placebo. Un estudio similar por los mismos investigadores, fundado en parte por el Instituto Nacional del Cáncer en Bethesda incluyó a 65 pacientes. Los que tomaron sulfato de hidracina, y estaban en buenas condiciones físicas antes que el estudio comenzara, vivieron una media de 17 semanas más.
El estamento médico está dejando pasar por alto el azúcar y su papel en la génesis del tumor. Tanto es así que el dispositivo de tomografía, denominado PET, cuyo coste es de medio millón de dólares, considerado como la herramienta más moderna y puntera en la detección de tumores, usa glucosa radioactiva en su escáner, para detectar las células cancerígenas hambrientas de azúcar. Los escáners PET se usan en el seguimiento de los pacientes de cáncer, así como para evaluar que los protocolos prescritos son efectivos.
En Europa, el concepto de que el azúcar alimenta al cáncer está tan asumido que los oncólogos usan el protocolo de Terapia Sistémica del Cáncer (SCMT). Concebida por Manfred Von Ardenne en Alemania en 1965, la SCMT implica inyectar a los pacientes con glucosa para incrementar las concentraciones de la misma, lo que disminuye los valores de pH en los tejidos cancerígenos debido a la formación de ácido láctico. A su vez, esto intensifica la sensibilidad térmica de los tejidos malignos e induce el rápido crecimiento del cáncer. A continuación se somete a los pacientes a una hipertermia en todo el cuerpo para estresar aún más a las células cancerígenas. SCMT fue testada en 103 pacientes con metástasis de cáncer o tumores primarios recurrentes en la primera fase de un estudio clínico en el Instituto Von Ardenne de Investigación Médica Aplicada en Dresde, Alemania. Los porcentajes de supervivencia de cinco años en pacientes que siguieron la terapia SCMT se incrementaron del 25 al 50%, y los de regresión del tumor se incrementaron del 30 al 50%. El protocolo induce un rápido crecimiento del cáncer, para poder tratarlo de forma más efectiva con terapias tóxicas y obtener de este modo una considerable mejora.
El irrefutable papel de la glucosa en el crecimiento y la metástasis de las células cancerígenas se puede tener en cuenta en muchas terapias. Algunas de éstas incluyen dietas designadas con el índice glicémico en mente para regular los incrementos de la glucosa en la sangre, lo que mata de hambre de forma selectiva a las células cancerígenas; soluciones parenterales bajas en glucosa, extracto de aguacate para inhibir la absorción de glucosa por las células cancerígenas, sulfato de hidracina para impedir la gluconeogénesis en las células cancerígenas y SCMT. Una paciente de 50 años con cáncer de pulmón, después de que su oncólogo de Florida le hubiera dado una sentencia de muerte, estaba dispuesta a cooperar y entendió la conexión que existe entre la nutrición y el cáncer. Cambió considerablemente su dieta, eliminando el 90% del azúcar que solía comer.
Fuentes:
- Bioquímica elemental de los Hidratos de Carbono.
- La alcalinidad como base de la salud.
- Blog de Alkaline Care.
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